miércoles, 20 de junio de 2007

De tango somos

Semana del Tango: Mónica Navarro descubrió los tanguitos escondidos en la música pop y rock rioplatense

Cuando se juega con transferir determinada composición a otro género –y no se posee ni la sensibilidad ni el conocimiento necesario- se corre el riesgo de caricaturizar la obra original. O sea, más que crear una nueva versión se consigue una perversión. Algo que no ocurrió con el espectáculo de Mónica Navarro en el que las versiones alternativas de clásicos rioplatenses no funcionaron como un tratamiento de cosmética sino como una verdadera manipulación genética de las canciones.

Por::Diego Sebastián Maga
Es decir, la experiencia de “Paquetito de tangos” no se produjo en la superficie sino que se introdujo en lo profundo. Con la convicción de que una prueba de ADN bastaría para detectar ese “gen arrabalero” en muchas esquinas ensombrecidas de la música pop o de rock. Por tanto, el recital de La Navarro en el Teatro, perfectamente se puede definir como una noche de hallazgos. Pensada y sentida para ir al rescate de esos tanguitos escondidos en donde menos se sospecha que están. Digamos, es algo insospechado hasta que llega una artista como Mónica que nos lleva a cuestionarnos ¿cómo no pudimos captarlos antes?¿Cómo se nos escapó algo tan obvio? ¿Qué nos impidió, durante años, percibir esa filosofía gris de la música ciudadana (propia de los contrastes urbanos y humanos entre sueños blancos y realidades negras) en las formas compositivas de muchos de los héroes del rock & roll de este rincón del mundo? Y en verdad, esas descripciones de la ciudad que se camina y esa otra ciudad que llevamos dentro; o de cómo “el afuera” influye en “el adentro”; o de cómo “el adentro” influye en la percepción de “el afuera”, siempre estuvieron ahí.
Esos códigos sensibles impregnan las composiciones de tipos como Luis Alberto Spinetta, Charly García, Luca Prodan (un anglo italiano que se volvió porteño como el que más) o Fito Páez. La ética y estética arrabalera se puede distinguir atravesando capas de sonidos y ritmos. Al cabo de unos segundos, escucharemos latir allí el corazón mismo del tango.
Así es como Mónica nos reveló el tangazo que late en “No soy un extraño” (editado en 1983 en “Clics modernos”: uno de los álbumes más revolucionarios de todos los tiempos por fusionar delicadamente “tracción sangre” (pianos y guitarras) con electrónica pura (con la irrupción irreverente de los “samblers”) y volver al “rock himno” en “pop bailable y desprejuiciado” sin bastardear el producto). “Acabo de llegar / no soy un extraño / conozco esta ciudad / no es como en los diarios / desde allá. / Dos tipos en un bar / se toman las manos / prenden un grabador / y bailan un tango, de verdad. / Y yo los miro sin querer mirar / enciendo un faso para despistar / me quedo piola y empiezo a pensar que no hay que pescar dos veces con la misma red. / Acabo de mirar / las luces que pasan. / Acabo de cruzar / la plaza, las razas y el color. / Y siento un humo como familiar / Alguien se acerca y comienza a hablar / me quedo piola y digo “que tal” / Vamos a pescar, dos peces con la misma red. / Desprejuiciados son los que vendrán / y los que están ya no me importan más / Los carceleros de la humanidad / no me atraparán /dos veces con la misma red.” escribió Charly (este hijo reconocido de Lennon y Pugliese) y tales versos toda la vida pidieron a gritos por un bandoneón. Un fuelle que llegaría con la grabación de “Hello!” (CD de MTV Unplugged editado en la década del noventa) para llevar a “No soy un extraño” a la esquina de la que alguna vez salió a dar una vuelta por otros barrios. La interpretación del sábado de La Navarro le agregó otro elemento que atrajo aún más belleza a la narración original: la voz femenina. Idéntica suerte corrió “Carabelas nada” de Fito (registrado, en sus orígenes, en “Tercer mundo” de 1990). Sin eliminar el perfil más jazzístico el tema, volvió a la vida envuelto en elegantes arreglos tangueros consiguiendo que la dimensión poética y descriptiva se elevara todavía más: “Chico Buarque tiene puestos / los anteojos que dejé / sobre un cuaderno con sus rostro / iluminando el cuarto algo entrando a la mañana / Carabelas de la nada / Carabelas… Nada./ Chocan, se hacen trizas en el aire / lo del tango es una idea que me toca aunque no quiera / una chica sube un taxi / Caballito, Buenos Aires / Muere un tipo en Mataderos / Un balazo en un aguante / Y esto no deja de ser una canción / desde el alma / sol, que me calma” cantó Mónica y esa frase de “lo del tango es una idea que me toca aunque no quiera” atravesó la sala como una declaración de principio. Pocos segundos después, su interpretación de “Carabelas…” llegó a la citación textual de una de las frases más célebres del género: “Tango que me hiciste mal y sin embargo te quiero” (de “Apología del tango”) para que ese lagrimón que nunca termina de caer vibrara otro poco. Para que el vaso se volviera a vaciar al mismo tiempo en que la pena se volvía a desbordar: “Hoy paré con la botella / todos saben lo difícil que es zafarse de ella / ella tiene el par de piernas más largas que vieras / y hace que tu corazón parezca que aún siguiera. / Tango que me hiciste mal y sin embargo te quiero / quiero sepultar (…)”
Y de Páez, la vocalista pasó a otra postal impactante creada por el Prodan de los tiempos de “Sumo”: “Mañana en el Abasto” (convertida aquí en una delicada milonga). “Hay canciones que cuando las escucho es como si estuviera caminando por ahí” dijo Mónica antes de lanzarse a una caminata escénica en la que en una “Mañana de sol / bajo por el ascensor / calle con árboles / una chica pasa con temor. /No tengas miedo, no / Me pelee por mi trabajo / los lentes son para el sol / y para la gente que me da asco (…) Tomates podridos / por las calles del Abasto / podridos por el sol, que quiebra el asfalto del Abasto / Un hombre sentado ahí / con su botella de resero. / Los bares tristes vacíos ya / por la clausura del Abasto / José Luis y su novia / se besan ahí por el Abasto / yo paso y me saludan / bajo la sombra del Abasto / (…) Parada Carlos Gardel / es la estación del Abasto / Sergio trabaja en el bar / de la estación del Abasto. / Piensa siempre más y más / será por el aburrimiento. / Subte - Línea B / y yo me alejo más del suelo / y yo me alejo más del cielo, también. / Ahí escucho tren / ahí escucho el tren / estoy en el subsuelo…” Canturreó Mónica entre caminatas circulares y bailecitos de pasos cortitos antes de meterse con “Durazno Sangrando” de Spinetta (compuesta en tiempos en que, atraído por el rock progresivo, El Flaco fundó -en la segunda mitad de la década del setenta- una banda llamada “Invisible”). Canción que, el trío en escena, tocó desde el vaivén de un sofisticado valsesito con una performance deslumbrante del pianista Horacio Diyorio (arreglador y director musical) y el soporte exacto de Eduardo Pi en el contrabajo (instrumentista que al día siguiente volvería al mismo escenario para tocar con el Sexteto “La Mufa”). “Temprano el durazno / del árbol cayó / su piel era rosa / dorado del sol / y al verse en la suerte de todo frutal / a la orilla de un río / su fe lo hizo llegar. / Dicen que en este valle / los duraznos son de los duendes. / Paso cierto tiempo / en el mismo lugar / hasta que un buen día / se puso a escuchar una melodía muy triste del Sur / que así le lloraba desde su interior: / quien canta es tu carozo / pues tu cuerpo al fin tiene un alma / (…)” Y así siguió Mónica, descubriendo cuanta “ronca maldición maleva” oculta hay entre los “raros peinados nuevos”.
Llamémosle magia, pero por unas dos horas, en la sala se desvanecieron las barreras generacionales. Chicos y veteranos, entendieron que –más allá de las edades- en el fondo, de tango somos.