A setenta y dos años de la tragedia en Medellín (24 de junio de 1935), las pruebas contradictorias sobre su origen, lejos de agotarse, se reproducen: una polémica que parece ilimitada, levanta polvareda por aquí y por allá y convierte a Carlos Gardel en un ser con mitología propia.
Por Diego Sebastián Maga
Por Diego Sebastián Maga
Y en verdad, si en su vida todo fuera nítido, Gardel no sería un mito. El mito es la ficción y la ficción sólo vive en los agujeros negros de la historia. Para la novela uruguaya: hijo bastardo de una violación cometida por el Coronel Carlos Escayola (Jefe Político y Militar de Tacuarembó en tiempos de la dictadura militar del General Máximo Santos) a su cuñada menor de edad y futura esposa, María Lelia Oliva; que Berthe era “prostituta” en los burdeles del “Coronel” de Tacuarembó; que “El Zorzal” en sus giras por los prostíbulos montevideanos ganó fama de matón y que su acción delictiva terminó en los registros policíacos de la Patagonia; que en el “bajo mundo” se camufló con diversos apellidos: “Gardes, Gardens, Garderes, Gorderes, Gorders”; y que la “mano negra” de su padre intervino para hacerlo zafar de ir en cana de por vida.Para la novela argentina: Charles Romuald Gardes nació en el año 1890 en el Hospital Saint Joseph de la Grave de Toulouse (según el certificado de "padre desconocido"); un “franchute” que no tardó en viajar a Buenos Aires junto a su madre escapando de una delicada situación económica; y cuya falsificación posterior de documentos –ocultando su nacionalidad francesa- contribuyó a que eludiera el servicio militar en plena Primera Guerra Mundial.
Y hay otra novela: la colombiana. Aquí no importan ninguno de los anteriores argumentos: la tragedia de Gardel ocurrió en Colombia y ellos –más que nadie- reclaman propiedad sobre del héroe caído. “La patria del mito no es el lugar donde nace sino el lugar donde muere” –reclaman. Los años pasan y la polémica queda; de aquel lado del Río y de este, solo existe coincidencia en un punto “cada día canta mejor”.
