Potencia y sutileza: componentes del contundente toque en vivo en “Basilón”
El rock está repleto de frases en absoluto proféticas. Que una banda que haya decidido llamarse “No Te Va Gustar” –con los años- se convirtiera en un de los fenómenos musicales y populares de Río de la Plata es una prueba de ello.
El rock está repleto de frases en absoluto proféticas. Que una banda que haya decidido llamarse “No Te Va Gustar” –con los años- se convirtiera en un de los fenómenos musicales y populares de Río de la Plata es una prueba de ello.
Por Diego Sebastián Maga
Como que el nombre que eligieron –afortunadamente- avanzó en contradicción de las artes adivinatorias para que nos gustara a muchos. A veces no hay mejor truco que jugar con los opuestos y nombrar aquello que no queremos que pase. Es como un desafío al destino.
Traducido al micro ambiente de San José, algo similar pasa con “Pueblo Viejo”. Que tantos pibes llegaran el viernes a “Basilón” con tantas ganas de escuchar una canción llamada “Nadie escucha” implica que –quienes estuvimos ahí- asistimos –por suerte- al fracaso estrepitoso de otra profecía rockera.
El juego (en un escenario montado casi al medio de la pista central, con todo el público alrededor) se abrió sobre las 2:00 de la madrugada con “Lápiz y papel” (tema de su demo “Los Astronautas”). Una poderosa e inspirada versión; desde lo melódico y desde la letra: “Hoy, somos lápiz y papel / Varias cuerdas en su piel / Y mil ritmos que explorar / Y mil cosas para dar / Astronautas en papel / Que descubren mundos de sinfonías que esperan / Sin prisa, con calma / Ya subimos a la nave que nos lleva a algún lado...”
De inmediato se disparó el sampler de “Crimen es pensar”. Que es la puerta de acceso a su primer disco de estudio oficial: “Nueve Neo Ensayos”. Material al que le dedicarían el noventa por ciento del show. Agitándose desde versos como “decides que la fe es lo único que alcanza para soportar” o “Si tuvieras un espejo en que te pudieras reflejar me entenderías cuando corres en un espiral” de la canción “Cuando corres”, que presenta grandes arranques guitarreros y una contundencia sonora que la volvió una de las versiones más intensas y perfectas del toque.
Otro de los grandes momentos, bajando el pulso y la intensidad, llegó con “Ojos en off”. Uno de esos temitas que puede interpretarse como definición exacta del concepto sonoro y poético de la banda (y que en el compacto filtra la voz “loopeada” del gran
Mario Benedetti: “Así estamos, consternados / rabiosos / aunque esta muerte sea los absurdos previsibles / da vergüenza mirar…”).
Con la gente –quienes los conocían y quienes no- cada vez más enganchada llegaron “Teatro ruso” y “Década cero”: la herencia genética de “Peyote Asesino”. Para que al fin, desde el típico fraseo del hip – hop (a cargo del vocalista y guitarrista Martín Curbelo), se revelara otro de los componentes que combina PV en su laboratorio auditivo junto a los estribillos pegadizos propios del pop, a las tenues líneas de violín (Julieta Garrido) que dejan caer esas gotitas de “conservatorio clásico” que amplían la paleta de colores, a los “sampleados” que ponen la dosis justa y sutil de música electrónica, y a la “tracción sangre” de guitarras crudas o distorsionadas más un bajo y una batería (Gonzalo Saavedra y Emiliano Pérez) bien “polentosos” (influencia directa del heavy metal puro y sin adulterar). Una fórmula –con bajista y baterista tirando al mango para que la potencia no decaiga- que marca el “punch” rítmico y eleva al máximo la densidad sonora.
Las nuevas creaciones pasaron una a una, como trompada, y con un sonido que r
ealmente impresionó: potencia sin saturación, sin aturdir, dejando margen para el lucimiento individual y colectivo, cero acople, cero improvisación, nada de desajustes ni lapsos de incertidumbre (eso se llama evolución).
Al promediar el concierto, unos acordes bastaron para que el piberío entrara a saltar y a cantar a coro esa letra que vino a deshacer otra de las profecías fallidas del rock. Esa misma anti profecía que se queja amargamente de que “nadie escucha” pero sabe íntimamente que hace todo lo posible por ser escuchada: “Canté, entoné, desafiné... / Opiné, seguro molestaré / cuando entiendan por fin algo / Nudos desataré / mi lengua libre dejaré / para expresa por fin algo / Dejo metáforas sin luz / Grito porque…no sé si nadie escucha...”

Traducido al micro ambiente de San José, algo similar pasa con “Pueblo Viejo”. Que tantos pibes llegaran el viernes a “Basilón” con tantas ganas de escuchar una canción llamada “Nadie escucha” implica que –quienes estuvimos ahí- asistimos –por suerte- al fracaso estrepitoso de otra profecía rockera.
El juego (en un escenario montado casi al medio de la pista central, con todo el público alrededor) se abrió sobre las 2:00 de la madrugada con “Lápiz y papel” (tema de su demo “Los Astronautas”). Una poderosa e inspirada versión; desde lo melódico y desde la letra: “Hoy, somos lápiz y papel / Varias cuerdas en su piel / Y mil ritmos que explorar / Y mil cosas para dar / Astronautas en papel / Que descubren mundos de sinfonías que esperan / Sin prisa, con calma / Ya subimos a la nave que nos lleva a algún lado...”

De inmediato se disparó el sampler de “Crimen es pensar”. Que es la puerta de acceso a su primer disco de estudio oficial: “Nueve Neo Ensayos”. Material al que le dedicarían el noventa por ciento del show. Agitándose desde versos como “decides que la fe es lo único que alcanza para soportar” o “Si tuvieras un espejo en que te pudieras reflejar me entenderías cuando corres en un espiral” de la canción “Cuando corres”, que presenta grandes arranques guitarreros y una contundencia sonora que la volvió una de las versiones más intensas y perfectas del toque.
Otro de los grandes momentos, bajando el pulso y la intensidad, llegó con “Ojos en off”. Uno de esos temitas que puede interpretarse como definición exacta del concepto sonoro y poético de la banda (y que en el compacto filtra la voz “loopeada” del gran

Con la gente –quienes los conocían y quienes no- cada vez más enganchada llegaron “Teatro ruso” y “Década cero”: la herencia genética de “Peyote Asesino”. Para que al fin, desde el típico fraseo del hip – hop (a cargo del vocalista y guitarrista Martín Curbelo), se revelara otro de los componentes que combina PV en su laboratorio auditivo junto a los estribillos pegadizos propios del pop, a las tenues líneas de violín (Julieta Garrido) que dejan caer esas gotitas de “conservatorio clásico” que amplían la paleta de colores, a los “sampleados” que ponen la dosis justa y sutil de música electrónica, y a la “tracción sangre” de guitarras crudas o distorsionadas más un bajo y una batería (Gonzalo Saavedra y Emiliano Pérez) bien “polentosos” (influencia directa del heavy metal puro y sin adulterar). Una fórmula –con bajista y baterista tirando al mango para que la potencia no decaiga- que marca el “punch” rítmico y eleva al máximo la densidad sonora.
Las nuevas creaciones pasaron una a una, como trompada, y con un sonido que r

Al promediar el concierto, unos acordes bastaron para que el piberío entrara a saltar y a cantar a coro esa letra que vino a deshacer otra de las profecías fallidas del rock. Esa misma anti profecía que se queja amargamente de que “nadie escucha” pero sabe íntimamente que hace todo lo posible por ser escuchada: “Canté, entoné, desafiné... / Opiné, seguro molestaré / cuando entiendan por fin algo / Nudos desataré / mi lengua libre dejaré / para expresa por fin algo / Dejo metáforas sin luz / Grito porque…no sé si nadie escucha...”