miércoles, 14 de octubre de 2009

Canciones sin fecha de vencimiento

“El Cuarteto de Nos” cerró la “Feria del Libro” ante una multitud multigeneracional

“Antes, éramos jóvenes que tocábamos vestidos de viejas. Hoy, somos viejos que se visten de jóvenes”, dijo con humor Roberto Musso. Más allá de las bromas y los años, queda claro que el “Cuarteto” sigue reinventándose, renovando su público y tocando canciones que no fueron hechas para envejecer.

Por Diego Sebastián Maga
El “Cuarteto” llegó a San José convertido en “El Quinteto de Nos”. Los maragatos asistieron a uno de los tantos cambios sustanciales que experimentó la banda más graciosa e irónica del rock nacional.
En principio, los “cuarteteros” tuvieron la deserción de uno de sus fundadores: Riki Musso. El guitarrista histórico y hermano de Roberto, se tomó un recreo (por tiempo indeterminado) tras la grabación de la última producción discográfica: “Bipolar”. Con este sacudón interno (cabe recordar que –hasta ese momento- nunca habían modificado su formación original), el ahora trío salió a buscar reemplazo y en vez de conseguir un sustituto sumaron dos componentes. Esta promoción “2 x1” trajo a Gustavo “Topo” Antuña (“Buenos Muchachos”) para hacerse cargo de las seis cuerdas y a Santiago Maerro para agregar teclas.
Así fue como “un cuarteto de cinco” hizo escala en la ciudad para bajarle el telón a la “Cuarte Feria del Libro”. El domingo, con tecladista y violero nuevos, los “cuarteteros” salieron a escena para poner en acción otra reinvención. Una de tantas ¡y van!... Es que, el concepto de “reinvención” aplicado al “Cuarteto de Nos” no es caprichoso. Si hay un grupo que sabe de “reinvenciones” es este.
Con más de 25 años en la ruta, han ido acumulando generaciones a su legión de seguidores. Actualmente, arrastran a padres e hijos y sospecho que también algún abuelo. Los fans que ganaron en los ochenta y noventa con clásicos como “El primer Oriental desertor” y “Será solo un rumor” y los que llegaron en el Siglo XXI con la edición de esa colección de éxitos que se llamó “Raro”.
Una vez más, una multitud los fue a ver (como en sus primeros toques en el Club San José) aunque en la actualidad la amplitud del público es otra.
Aún me sorprende ver como las edades disminuyen según te vas acercando al escenario. En el fondo estuvieron los cuarentones (más bien quietos y de brazos cruzados); más al medio los de treinta y pico (siguiendo el ritmo de las canciones con el piecito); más adelante los veinteañeros (bailando de a ratos); contra el vallado los adolescentes (saltando sin parar) y en un extremo –lejos del agite- niños de entre 7 y 10 años (tan copados como el piberío agitador).
Con este panorama multigeneracional cubriendo la Plaza 33, el líder, Roberto Musso, no pudo resistirse y se burló de su condición de “jobato” pero sin intenciones de jubilarse: “¿se acuerdan cómo veníamos a tocar a San José en otros tiempos?... Éramos jóvenes que tocábamos vestidos de viejas. Hoy, somos viejos que se visten de jóvenes”.
Acto seguido, entregaron una sucesión de canciones que no se salteó ninguna década de este desopilante periplo “rocker”.
El show se abrió con la intensísima versión de “Mírenme”: “Mírenme, sé que soy el mejor. / Mírenme, quiéranme, tóquenme; soy yo (…) Que obvio, tu cerebro es como el de un microbio. / Tu cuerpo ansía / la travesía de otro día idiota / si no se nota tu presencia es otra derrota (…) Será ese trauma / que te incita a mostrarte (…) Rey de la disco / bailando sin miedo a romperte un menisco. / De tanto mirarte todo el mundo va a quedarse bizco / y hasta el obelisco se está arrodillando / y la vas gozando / como un evasor del fisco. / ¿Qué pensás? / ¿Qué la fiesta termina cuando vos te vas? / Tu neurona es analfabeta, bobeta. / Enchufate otra anfeta, careta, / para dejar de comer, kilos perder y hacerte ver…” Arrasador tema con destino de hit (con vértigo y fraseo de “hip hop”), que forma parte del reciente álbum que calentó los motores para atravesar otras novedades como “Miguel gritar” y arremeter con una serie de temas infalibles como “Hay que comer”; “Pobre Papá” (“himno a la vagancia” interpretado por el inefable Santiago Tavella, que concluyó su “espectáculo personal” como un discípulo decadente del Sr. Miyagi, intentando hacer “La Grulla”); “Ya no sé que hacer conmigo”, “Yendo a la casa de Damián” e “Invierno del 92” (todas cantadas a coro).
En los bises, el reloj volvió al pasado para rescatar del cancionero clásico a “El día que Artigas se emborrachó” y “Bo, cartero”.
Sobre la medianoche, me fui con la certeza de que los “cuarteteros” tienen menos pelo y más años pero las canciones no se dan por enteradas. Estas canciones no envejecen nunca. Siguen tan pendejitas, irreverentes, cínicas y cómicas como toda la vida.