jueves, 28 de junio de 2007

Paco, los hijos de “Rodríguez” y la patria que lo parió

Francisco Espínola: la obra “espinoliana” a 34 años de su muerte

El desamparo y la marginalidad son rasgos que definen en profundidad a sus criaturas literarias. Al borde del mundo y la exclusión social, está la geografía emotiva en que se mueven sus personajes. Movidos por la curiosidad de un autor que pone la lupa para amplificar las dimensiones humanas en cada uno de sus movimientos.

Por::Diego Sebastián Maga
Movimientos que implican decisiones. Decisiones que inducen a la leve certeza de que cada segundo es una nueva oportunidad de cambiarlo todo.
El universo de Paco se agita por energías bien identificables: la ternura y el humor. En sus narraciones, no se dedicó ni a salvar ni a condenar personajes; tan solo a comprenderlos. Y con esta comprensión de sus criaturas literarias consiguió su fin: hacerlas vivir. Un ciclo vital que trascendió al de su propio creador (simulacro de inmortalidad) y dejó, para siempre, la imaginación de los maragatos en estado de alerta. Imaginario colectivo que sirvió, un año atrás, como contraseña de la Primera Feria del Libro en San José e, incluso, como inspiración del genial caricaturista Hermenegildo Sabat (muestra que se pudo ver en el Museo) que lo ilustró como pocos: lentes gruesos, mirada entre tristona y bonachona, cigarrillo (con boquilla) humeante, sostenido por un labio que parece se le va a caer y de corbata floja.
Francisco Espínola fue un narrador sabio (un don con equivalencias en lo oral) que exprimió al máximo los códigos del cuento y trazó desde allí unas líneas de comunicación que siguen todavía operativas y captando nuevos lectores.
Paco consiguió que los sentimientos jugaran entre sí para que la tensión entre el bien y el mal marcara el pulso narrativo de todo cuanto escribió. Con una vocación por lo extraordinario, eliminando aires cotidianos y rutinarios. En cada relato se detecta su pasión por las situaciones límite, por los sucesos excepcionales, por las irrupciones de irrealidad producto de estados alterados tanto por la ebriedad como por el uso de disfraces (donde ningún protagonista confiesa quien es sino quien desea ser) o la atmósfera de “realismo mágico” que envuelve al genial “Rodríguez” (el último y antológico cuento que escribió en 1958). Expresión fantástica o de fábula que lo distanció (estéticamente) de la tradición rural uruguaya de los cuentistas de su generación, tan proclives a las crónicas de hombres solitarios de campaña. “A mí no me gustaba la literatura gauchesca yo quería algo más delicado (...) Notoriamente dos cosas: contar subjetivamente, atendiendo al exquisito mundo interior de sus personajes y no a la pura acción exterior” admitió alguna vez. Esa sutil distorsión de le realidad -sin por ello vaciarla de credibilidad- terminó por completar un lenguaje propio y personal, tan audaz como admirable, tan experimental como perdurable, tan actual como clásico.
Por todo ello, basta con decir Paco, para que la fantasía se ponga en forma, la literatura uruguaya muy orgullosa y para que El Olvido (tan poderoso, tentador y convincente) termine igual de resignado e indignado que el propio Mandinga con estos hijos de “Rodríguez”que lo siguen “ninguneando”, se resisten a olvidar al gran Paco y le piden respetuosamente a coro: Don Olvido, “¡Te vas a la puta que te parió!”

Vida y obra
Murió, curiosamente, a poco de que muriera la Democracia del país. Un día como hoy pero de 1973. Nació en San José el 4 de octubre de 1901. Entre un extremo y otro de le línea cronológica se convirtió en uno de los escritores uruguayos más sobresalientes. En 1933, tiempos en que su reputación literaria avanzaba a la velocidad de su talento, publicó la novela “Sombras sobre la Tierra”. Justamente, el libro que se reeditó para ser presentado en el homenaje que abrió la Primera Feria del Libero de la ciudad. Otras publicaciones que completan su clásica obra son “Raza ciega” (cuentos: 1926); “Saltoncito” (relato infantil: 1930); “La fuga en el espejo” (teatro: 1937); “El rapto y otros cuentos (1950)”; en 1954, “Milón o el ser del circo”(ensayo sobre estética: 1954) y “Don Juan, el Zorro (tres fragmentos de novela: 1968)”.